“Yo estuve con Gadafi”

25/Mar/2011

“Yo estuve con Gadafi”

ANTONIO ADOURIAN, EX DIRIGENTE SINDICAL En el marco de los festejos de los veinte años de la Revolución Verde, el Pit-Cnt fue invitado por el gobierno libio. El dirigente uruguayo Antonio Adourian viajó en representación de los trabajadores a Trípoli, donde el “Tigre del desierto” le obsequió una bandeja de bronce, un paquete de cigarros, un masbaha y un ejemplar del Libro Verde.
Por Nelson Díaz
24-3-2011
En la casa de Antranic, devenido desde época escolar en el españolísimo Antonio, hay sobre la mesa un puñado de fotos desordenadas que acusan el paso del tiempo. Son testigos de su experiencia en Libia, más precisamente Trípoli, que datan de 1989. En una de ellas se puede ver a Adourian en la Plaza Verde, rodeado de banderas del mismo color. Otra, ubicada en el hall del hotel Ventana al Mar, lo muestra posando, flanqueado por una foto inmensa de Moamar Gadafi. Con el paso de los minutos, ya en plena charla, el hombre señalará una bandeja de bronce que cuelga prolijamente de la pared. Es, junto a un ejemplar del Libro Verde, un paquete de cigarros y un masbaha (o misbaha), una ristra de treinta y tres cuentas, similar a un rosario, los obsequios que le entregó Gadafi.
En realidad, el primer contacto de Adourian con ciudadanos libios fue veintitrés años antes, lejos de la capital libia. En Suecia, en 1976, durante su exilio debido a su militancia sindical -fue dirigente en Coca Cola, de la Federación de Obreros y Empleados de la Bebida (Foeb) e integró la Mesa Representativa de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT)- conoció a un grupo de jóvenes de origen libio. “Algunos de ellos iban a terminar con cargos de jerarquía dentro del gobierno de su país”, recuerda Adourian.
En 1985, ya en Montevideo, retomó su militancia gremial y pasó a integrar, como secretario de Conflicto, la Mesa Ejecutiva del Pit-Cnt. Casualidad o causalidad, una invitación en 1989 desde el gobierno libio a la central de trabajadores, en el marco de los festejos de los veinte años de la Revolución Verde, lo llevó a tierras africanas.
“La invitación era solo para una persona, pero no venía a nombre de nadie. El gobierno libio corría con todos los gastos durante casi un mes y la central me designó a mí. Eso fue un jueves. El lunes ya estaba arriba del avión”, sostiene.
El convoy hacia Libia estaba integrado por latinoamericanos, españoles e ingleses. Alojados en el hotel Ventana al Mar, fueron divididos en grupos según las nacionalidades. “Yo no hablaba árabe y me preocupaba el tema de la traducción, porque sabía que en algún momento tendría que hablar en público. Empecé a hacer anotaciones de lo podía decir, pero nunca imaginé que iba a ser frente a Gadafi”.
Un dispositivo de seguridad continuo y estricto le recordaba que no solo el desierto era árido. Lo supo en el aeropuerto y lo confirmó en el hotel. Para salir debía decir a qué hora y a qué lugar. Cámaras fotográficas, en contadas ocasiones. Luego vendría una charla a los latinoamericanos -en el hall de Ventana al Mar. “Fue un discurso político, donde nos informaron que acababan de nacionalizar la industria tabacalera -de ahí el obsequio específico- y que estaban en un momento muy especial de la revolución”.
Es que Gadafi, que estaba peleado con Al Fath, quería liderar el panarabismo. Es decir, conformar una gran nación de países árabes sin exclusiones como había hecho Gamal Abdel Nasser años antes con Siria y Egipto en la República Árabe Unida.
La imagen del tigre del desierto se multiplicaba en las calles. Prácticamente no había un lugar sin su rostro y sus discursos se escuchaban sistemáticamente en radio y televisión. “En ese momento, Gadafi tenía muy clara su vinculación con el mundo árabe, aunque no era tan fanático como el ayatolá Alí Jomeini. Planteaba un socialismo que tenía diferencias con el capitalismo, pero también con el comunismo. Quería conjugar una tercera vía al margen de las grandes potencias. Y el sionismo era su gran enemigo”.
Las expediciones para mostrar los ataques extranjeros y los logros de la revolución no se hicieron esperar. Conoció el búnker y la habitación donde fue asesinada su hija Jana, tras un bombardeo estadounidense el 15 de abril de 1986. En el desierto del Sahara, en el triángulo formado por Trípoli, Benghasi y Sirt, fue testigo de la construcción de un río artificial. Más de mil trescientas perforaciones y el traslado de miles de tubos de concreto de ocho metros de diámetro en camiones orugas coreanos. Esa obra de la ingeniería, con un costo aproximado de 25.000 millones de dólares, es conocida como Gran Río Artificial y alimenta de agua dulce las tres ciudades.
Hasta que llegó la gran sorpresa. Una mañana -antes de las indicaciones del caso: nada de cámaras, apenas birome y libreta- Adourian es trasladado como único ocupante en una camioneta Van con destino desconocido. En un edificio “cerca del puerto porque había yates”, reconoce, debió esperar en una habitación acompañado por una intérprete. Luego, conducido a una sala más grande, donde había una decena de personas, le pareció ver a un émulo de Yasser Arafat. “Creí que era él, pero descarté enseguida la idea. Pensé que, como todos vestían iguales, me había confundido”, se ríe. Pero Arafat era Arafat e Isabel Perón era Isabelita. Y Gadafi era Moamar Gadafi. Luego se percató que había otros líderes árabes en la reunión.
Intérprete mediante, Gadafi hizo su discurso. “Nos agradeció haber ido y dijo que Libia vivía mejores tiempos. Habló del mundo árabe, de las potencias no alineadas y de Latinoamérica. Nos preguntó de dónde éramos y a qué organización o partido pertenecíamos. Cuando fue mi turno me puse nervioso. Le nombré Uruguay y me dijo que lo conocía, que éramos un país respetado dentro de América Latina. Al Pit-Cnt no lo conocía, le expliqué en más detalles cómo funcionaba y las relaciones que teníamos con otros sindicatos del mundo”. Después vendrían los obsequios, los saludos y vuelta al hotel.
Veintidós años después, el tigre del desierto ya no ruge, al menos en el plano mundial, como en esos años. Adourian reconoce que -y subraya “en aquel tiempo”- coincidía con su discurso. “El tipo decía que la democracia debía manejarla en la práctica el pueblo a través de consejos populares. Me parecía bien, hasta que analizando los cambios que tuvo el régimen comencé a dudar de aquella primera impresión. Gadafi se fue aislando en los últimos tiempos y vinculándose comercialmente con la derecha europea. Lo que no quita que lo que ahora está ocurriendo sea una vergüenza y tenga una sola explicación: el petróleo”.